La Mujer en la Via del Guerrero
Mujer:
¿Ves a un hombre resuelto y taciturno caminar por las calles de tu ciudad?
¿Puedes ver su frente en alto y su mirada hacia el horizonte mientras cruzas camino con el, en un día cualquiera?
En sus gestos puedes ver su porte gentil, la agilidad y la gracia de un felino. En sus ojos puedes ver la determinación y seguridad de un cazador. Sin embargo ves también que esos ojos serenos ocultan una nostalgia de otros tiempos y otros lugares. Nostalgia de Tiempos de guerra, odio y tribulaciones, pero también nostalgia de los tiempos de la belleza y la nobleza de valores ahora perdidos. Tiempos del amor mágico. Tiempos donde los sueños de los hombres alimentaban la existencia real e inconmensurable de otros mundos y otros seres, tan reales que si alguien hoy los viera, despertaría del letargo del espíritu, y su propia y actual existencia le parecería ilusoria.
¿Puedes tu mujer imaginar que ese hombre es capaz de declamar un canto cuyo poder puede influir en la naturaleza misma?
¿Puedes tu dilucidar que los actos de ese hombre pueden hacer eco en la eternidad?
¿Puedes concebir que sus palabras resuenen en otros mundos?
¿Podrás imaginar mientras caminas frente a el, que estas ante un mito viviente?
¿Eres conciente que ese hombre, de apariencia inquietante y amable a la vez, es un iniciado de un saber ahora oculto, maldito, proscrito y perseguido por el moderno materialismo asesino, un saber odiado por los que ignoran y no comprenden su naturaleza noble y pura de conflicto y amor, de sabiduría y pasión?
¿Cuántos de estos especiales hombres han caído? ¿Cuántos han vistos sus vidas cegadas por la incomprensión de este mundo y su gente?
Gente que ha olvidado su propia naturaleza. Gente que habla de vida pero solo camina, habla, ríe y come con muertos.
¿Qué clase de hombre es ese que camina entre muertos, pero lleno de vida y sin miedo, Como si todo el peso de ese odio y esa incomprensión no le afectaran para seguir su destino?
¿Qué clase de ser puede en el contener el poder destructor de una horda furiosa, y la luz de la completa y bella armonía del cosmos y la naturaleza al mismo tiempo?
Para un hombre así, vida y muerte no parecen ser el misterio que son para ti. Parece ser que las mareas del tiempo no desgastan su comprensión ni su conciencia siempre profunda, expandida y despierta. El misterio que este hombre encierra puede atraer o asustar a una persona como tu. Pero en ningún caso te deja indiferente.
Solo cuando tienes contacto con su naturaleza descubres su verdad. Incluso a veces puede parecer un hombre como los demás. Puede tener pasiones como los otros hombres, pero el las lleva mas allá de eso. Los demás hombres pueden a veces ser ingenuos a tu vista de mujer, pero este es más que ingenuo. Es noble y simple en su alegría, en su entusiasmo e inocencia. Es puro. Es hombre, pero es también un niño.
Ni por un instante te imaginaste ante quien estabas, pero te ahora topaste con el en tu camino.
¿Qué hacer con alguien así? quererlo es desearlo. Desearlo es retenerlo. ¿Cómo retener a alguien a quien sabes que por su naturaleza, le aguarda un destino especial y grandioso?
Pero ¿Cómo podrías dejar ir a quien sabes único, a quien sabes que no volverá a pasar nuevamente por ese sendero al lado tuyo, porque sus pasos no apuntan adelante, si no a las alturas?
Sufres entonces una angustiosa incertidumbre, ya sabes que ahora eres parte de su vida, y no puedes volver el tiempo atrás.
¿Cómo asumir la culpa de dañar y hasta llegar a destruir la vida única de alguien quien es el último de una especie casi extinta?
¿Cómo enfrentar el hecho de interferir en el destino de alguien quien es quizás el único capaz de dar a este mundo lo que necesita para volver a ser el paraíso que fue y debiera haber sido siempre?
Parece ser demasiada responsabilidad el retenerlo, y parece ser una tragedia el dejarlo ir.
Pero ¿has olvidado que pareces haberle conocido ya en otra vida? ¿Has olvidado que soñaste muchas veces con el?
Aun cuando tu mente confundida parezca no aceptarlo, por el miedo que puede causarte el hacerlo, hay algo dentro de ti que lo ansia. Que ansia estar con alguien así. Que necesita de esa emoción que te llena cuando sientes su toque u oyes su voz pronunciar tu nombre y retumba este en tu interior.
Si escuchas eso que vibra en tu interior, sin prestar atención a los problemas que tu mente racional imperfecta pueda gritarte para alejarte del que es tu propio destino, sabrás entonces que tu eres su complemento, y el es el tuyo. Solo el corazón no se equivoca.
Sabrás que eres nacida para acompañarle en su camino y darle la alegría del amor que el retornara a ti porque para eso fueron creados. Para ser uno en el infinito. Para legar a este mundo el mas preciado regalo de un ser especial, que será fruto de ese amor.
Sabrás entonces que al principio tu y el fueron uno, y que se separaron solo para volverse a juntar en este mundo, para con su camino separado crear la prístina estela de luz que ha sido la pesada vida de ambos. Pesada pero necesaria para llegar hasta aquí, ahora con la capacidad de amar. Capacidad que no sabias tener, que quizás aun dudas tener, pero que sin embargo tienes, porque por eso y para eso naciste. Esta capacidad que has adquirido sin saberlo será lo que te permita unirte a tu destino. Porque quizás sin quererlo y sin saberlo también has buscado y encontrado ese destino.
No dudes más entonces y comprende que la razón de tu mente es solo lo que te ata a una existencia ilusoria, en la cual no se conoce la felicidad. Ahora necesitas solo el cerebro de tu corazón. Será fácil solo si lo intentas. Y ese intento será un hecho realizado pues para eso nació este hombre también. Para amarte y hacer de ti su razón de ser. Eres parte de el, y al igual que tu, no podrá seguir su destino si lo dejas, pues estaría incompleto.
Es hora entonces de tomar su mano y decirle que seguirás con el, pues merece y debe amar y ser amado. Es hora de saltar al vació de la felicidad del que siempre tuviste miedo.
Es hora de ser también, amada, pero de verdad. Es hora de sentirte plena a ti misma
Es hora de ser mujer.
Drakkar.
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